viernes, 11 de febrero de 2011

Cuando encuentras quien te dice lo que quieres escuchar...

Todos tenemos miedo de encontrar esa persona que tiene la capacidad de decir aquello que quieres escuchar... o ponerte a pensar y a soñar cuando estás despierta... o que le atina al número exacto de cucharadas de azúcar que le pones al café.

Ese miedo es real, te eriza la piel y te lleva a darte cuenta de lo frágil que eres y del placer que da el dejar volar la imaginación: al menos tu mente sigue libre y en ella solo mandas tú.

Escuchar lo que quieres oir, mirar lo que quieres ver, sentir la vibra de aquel desconocido que a tu lado está. Volver a escribir sin pensar en quién te vaya a leer. Entender que sólo se necesita la pantalla en blanco para poder desahogar las ganas de gritar.

Cerrar los ojos y ver la sonrisa que tardarás días en ver brillar de nuevo. Contar las horas antes del momento cómplice al no decirse nada... simplemente mirarse en los ojos del otro... para dejarse llevar... al estado inmóvil donde no puedes decir, solo soñar...

Qué difícil, qué confuso, qué triste, pensar que no puedes darte el lujo de escuchar aquello que quieres oir, de los labios que nunca te darás el gusto de besar...

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