sábado, 25 de agosto de 2007

Hablar con el corazón

Una tarde, casi sin querer, escuché una conversación telefónica de mi hija de 6 años con una compañerita del colegio (sí, a esta edad ya el teléfono es parte vital de sus vidas) y oí cómo toda la conversación giraba en torno a que su amiguita no soportaba a una compañerita de la ruta del bus que las lleva al colegio todos los días.

Natalia, mi hija, le hablaba a su amiguita de un manera tan hermosa, tan madura, y la aconsejaba diciéndole que debía aceptar a la niña, que esta era más pequeña y ellas más grandes, por lo tanto debían comprender su actitud. Lo que más llamó mi atención es que natalia le decía:"Mira, es tu decisión, pero yo te aconsejo que hagas esto..." y "respeto lo que decidas, eres mi amiga pero creo que debes..." quedé perpleja por un momento y entonces entendí en ese mismo instante que pese a la inexperiencia en la gran tarea de se madre, estaba criando a mi hija de la mejor manera. Que quienes la rodeábamos en casa, en el colegio, estábamos sembrando en ella el respeto por la opinión del otro, el cariño aunque existan las diferencias, el valor de la amistad y la responsabilidad ante las actuaciones del otro, especialmente si este otro está equivocado, si este otro es nuestro amigo.

Al final, cuando colgó el teléfono, me le acerqué, le pedí excusas por haber escuchado su conversación y la felicité. Le dije que estaba muy orgullosa de ella por la forma como había aconsejado a su amiguita. Ella, con esos ojazos que tiene me miró con dulzura y me sonriendo me respondió: "no es nada raro mamá, sólo le hablé con el corazón"... se imaginan cómo quedé yo mientras la veía alejarse bajando las escalas?. Los niños saben más que nosotros, sienten con más pasión que nosotros y ante todo, hacen caso de todo aquello que les enseñamos y que en la medida que vamos creciendo olvidamos. Porque son pocas las veces en que les hablamos a los otros con el corazón...

Enfermo del alma

Estar enfermo del alma va de la mano de estar enfermo del cuerpo. La enfermedad, y en algún lapso de la misma, la cercanía a la muerte, son situaciones que ponen a prueba nuestras creencias, nuestra confianza y nuestra fe en nosotros mismos y en ese alguien superior e infinito que guía y acompaña nuestras vidas.

¿Qué tan sanos somos espiritualmente?, ¿Podemos apartarnos del dolor físico y ver en el alma una prueba del amor de Dios? ¿Porqué nos deprimimos y perdemos la esperanza cuando vemos cómo nuestro cuerpo reacciona negativamente a la medicina humana? ¿Será que ésta no es efectiva por sí misma cuando lo que estamos tratando de curar es nuestra conciencia, nuestra alma?

Cuántas inquietudes suscita en nosotros todo lo que se refiere al dolor, a la muerte, a la incertidumbre ante los hechos que no podemos cambiar. Que inclementes nos afectan, nos duelen, y nos llevan a pensar porqué ese ser infinito a veces parece ensañarse con las personas más bondadosas, que más lo han seguido, que han sido modelo de vida para nosotros y para muchos más. ¿Porqué ese ser infinito pone a prueba a aquellos que creemos más cercanos a él?.
Lo más complicado es entender porqué estas personas que tanto admiramos muchas veces, en los momentos difíciles, de inmensa soledad y dolor, pierden sin querer su fe en él.

Las preguntas siguen y las respuestas no llegan. Y en esa medida, la incertidumbre se hace más grande y solo quedan dudas ante lo que definitivamente no podemos ni creemos entender. Quizás todo, como nos lo han enseñado muchas veces, es simple cuestión de fe.