sábado, 25 de agosto de 2007

Enfermo del alma

Estar enfermo del alma va de la mano de estar enfermo del cuerpo. La enfermedad, y en algún lapso de la misma, la cercanía a la muerte, son situaciones que ponen a prueba nuestras creencias, nuestra confianza y nuestra fe en nosotros mismos y en ese alguien superior e infinito que guía y acompaña nuestras vidas.

¿Qué tan sanos somos espiritualmente?, ¿Podemos apartarnos del dolor físico y ver en el alma una prueba del amor de Dios? ¿Porqué nos deprimimos y perdemos la esperanza cuando vemos cómo nuestro cuerpo reacciona negativamente a la medicina humana? ¿Será que ésta no es efectiva por sí misma cuando lo que estamos tratando de curar es nuestra conciencia, nuestra alma?

Cuántas inquietudes suscita en nosotros todo lo que se refiere al dolor, a la muerte, a la incertidumbre ante los hechos que no podemos cambiar. Que inclementes nos afectan, nos duelen, y nos llevan a pensar porqué ese ser infinito a veces parece ensañarse con las personas más bondadosas, que más lo han seguido, que han sido modelo de vida para nosotros y para muchos más. ¿Porqué ese ser infinito pone a prueba a aquellos que creemos más cercanos a él?.
Lo más complicado es entender porqué estas personas que tanto admiramos muchas veces, en los momentos difíciles, de inmensa soledad y dolor, pierden sin querer su fe en él.

Las preguntas siguen y las respuestas no llegan. Y en esa medida, la incertidumbre se hace más grande y solo quedan dudas ante lo que definitivamente no podemos ni creemos entender. Quizás todo, como nos lo han enseñado muchas veces, es simple cuestión de fe.

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